Con resiliencia, visión y propósito, el cofundador de DeepAgro nos cuenta cómo enfrentó momentos de duda, aprendió de los fracasos y construyó una compañía que hoy transforma la agricultura y abre mercados globales.
Cuando Juan Manuel Baruffaldi decidió emprender, muchos dudaban. ¿Cómo un grupo de jóvenes del interior de Santa Fe iba a resolver con inteligencia artificial lo que grandes corporaciones globales no habían podido? La respuesta llegó en 2019, cuando DeepAgro demostró en el campo que era posible aplicar herbicida de manera selectiva gracias a la IA, reduciendo drásticamente el uso de químicos. Desde Rosario al mundo, lo que empezó como una tesis universitaria se convirtió en una compañía con impacto global.
De una tesis a una empresa con impacto
Antes de DeepAgro, Juanma lanzó otras startups que no prosperaron. Reconoce que en ese momento le faltaba experiencia para aprovechar oportunidades de inversión, pero cada error le sirvió para aprender y decidir mejor. Con raíces en Casilda, hijo de un productor agropecuario, unió su pasión por el campo con su formación en matemáticas y programación, y eligió el agro como terreno de innovación.
Así nació DeepAgro, una compañía que usa visión computacional para diferenciar cultivos de malezas y aplicar herbicida solo donde es necesario. El resultado: hasta un 80% menos de químicos, millones de litros de agua potable preservados y cientos de toneladas de plásticos evitados. Al mismo tiempo, la tecnología permite reducir costos al productor en 20 o 30 dólares por hectárea.
El camino no fue sencillo. En plena pandemia, con el capital congelado, el equipo tomó una camioneta y recorrió el norte argentino para probar la solución directamente con productores. Esa cercanía se volvió parte del ADN de la compañía y permitió que, poco después, los mismos productores que los recibieron en sus campos terminaran invirtiendo en el proyecto.
De Argentina al mundo
Hoy, DeepAgro cuenta con 53 empleados y presencia en Brasil y Estados Unidos. La clave estuvo en usar a Argentina como laboratorio de innovación: un mercado exigente y abierto a adoptar nuevas tecnologías. Con esa base, la startup pudo escalar rápidamente y demostrar que estaba lista para competir en ligas mayores.
“Nos decían que esto era imposible, que si no existía en Estados Unidos no podía hacerse desde acá. Y lo hicimos desde Rosario”, recuerda Juan Manuel. Su historia demuestra que la combinación de visión, resiliencia y cercanía con el productor puede generar una disrupción global desde el interior del país.
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